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Asumámoslo: No hay trabajo para todos. La situación económica es mala, no podemos aspirar, hoy por hoy, a que trabaje todo el mundo. ¿Quienes tienen que trabajar entonces? Los que más lo merezcan. ¿Quiénes están trabajando? Los que ya llevaban trabajando algún tiempo, no los que más lo merecen. Noticias como ésta me dan la razón: http://www.elmundo.es/elmundo/2013/05/14/ciencia/1368531982.html?a=e04f24794b5a018ef954fd9699c27d06&t=1368559305&numero=

Este tío es el mejor en lo suyo. No hay nadie que merezca ahora mismo más que él ese puesto de trabajo. Premio al mejor físico de Europa y le deniegan la beca en España. ¿Por qué no lo consigue? No me creo que no haya nadie trabajando en lo que él pide hacer. La causa es que se está haciendo competencia desleal. Hay una casta de trabajadores que está sobreprotegida y otros pobres desgraciados que estamos condenados a la precariedad hasta que las ranas vuelen. Da igual lo que te digan: que te formes, que aprendas cosas, idiomas… bueno, eso es útil, pero para emigrar, no para trabajar aquí. No estarás nunca en igualdad de condiciones hasta que no te admitan en la casta. Os lo dice un ingeniero industrial superior con 3 idiomas.

La alta tasa de paro juvenil es otro claro indicador de lo que digo. Se protege a los que están, no se deja entrar a los que vienen o se les deja entrar malamente. Los funcionarios y los políticos (o sus amigos) son el paradigma de esta casta sobreprotegida. Gente que no tiene por qué demostrar su eficiencia, no tiene por qué ser eficiente en nada, y que tiene un puesto de trabajo nieve, llueva o granice. Aunque cobren menos que antes; menos cobra el que no trabaja.

Asumamos otra cosa: a los sindicatos les da igual esta situación. Ellos siguen a lo suyo, protegiendo a los suyos, a su casta, que es incluso más casta que la otra (pero mucho más parasitaria), y ambas dos castas forman una especie de simbiosis en muchas ocasiones.

Por eso, si queremos defendernos, no tenemos que confiar en los políticos, no tenemos que confiar en los sindicatos, ni en los que ya están trabajando… TENEMOS QUE CONFIAR EN NOSOTROS. Hay que emprender, asociarnos, montar empresas, empezar a hacer cosas con GENTE COMO NOSOTROS. Con un montón de formación, cualificación de sobra, valía casi asegurada y con ganas de adquirir experiencia. No hace falta que nos den la sopa boba, que nos subsidien y que nos protejan, lo único que hace falta es darnos cuenta de que PODEMOS HACERNOS VALER POR NOSOTROS MISMOS, y que nos dejen hacerlo.


Escribo esta entrada después de mucho tiempo de ausencia, tras mi retorno del extranjero y el periodo vacacional. Cuando volví a España podía mirar a nuestro país como si yo mismo no fuera español, aunque esa perspectiva me duró poco, ya que no tardé en involucrarme emocionalmente en lo que aquí se está viviendo, además de verme afectado igual que el resto de españoles por la situación que aquí se vive.

Me di cuenta de que, mientras desde fuera se ve a nuestro país como un foco de incertidumbre, a punto de ser rescatado (con todo lo que eso involucra, ya que ser rescatado significa no ser capaces de hacer frente a nuestros pagos con el extranjero como país), y desde dentro lo que percibía es que lo único que importaba era ganar una Eurocopa de mierda y salir a la calle para celebrarlo bebiendo cualquier bazofia que tuviera algún grado de alcohol. Vi más banderas de España en las calles que en toda mi vida. Parecía que cuando más avergonzados tendríamos que sentirnos de ser Españoles, de ser insolventes, más orgullosos estábamos. Eso sí, todo el mundo quejándose de los otros. Ya sea de los mercados, de los políticos, de los banqueros, de los funcionarios, de los que ganan mucho dinero… de todo menos de nosotros mismos.

La realidad es que el cáncer de España somos  nosotros mismos. Somos ladrones. Aguantamos y amparamos a los ladrones porque nos sentimos identificados con ellos. La gente copia en los exámenes, se droga, se emborracha, roba, se esfuerza por no trabajar; y la gente somos todos. No nos ponemos en contra del que roba, nos ponemos en contra del que tiene dinero, porque vemos que nosotros seremos incapaces de tenerlo jamás. No pedimos la oportunidad de dejarnos intentarlo, de esforzarnos por conseguirlo honradamente aportando a la sociedad, pedimos que se les niegue a quien ya lo consiguió, independientemente de cómo lo hiciera. No somos violentos, pero no porque estemos convencidos de que la violencia es mala, sino porque sabemos que egoístamente no nos beneficia jugarnos el pellejo, cuando la violencia es ejercida impunemente (huelgas, acontecimientos deportivos…) no tenemos ningún problema en ejercerla. Nadie denuncia los comportamientos que cree que pueden ser deshonestos si cree que esa denuncia puede perjudicarle lo más mínimo, y nadie hace nada para que no se perjudique al que denuncia con razón estos comportamientos. Nadie pretende que no se robe; pretende que no se le robe a él.

Los alemanes no quieren prestarnos el dinero. Normal. Yo tampoco nos lo prestaría si el dinero fuera mío. No tienen por qué aguantar nuestra idiosincrasia y nuestras estúpidas costumbres que nos han llevado a la situación en la que estamos. No tienen por qué pagar a la gente que nosotros permitimos que vivan del presupuesto público sin aportar nada a la sociedad.  Además ven que, incluso en la situación patética que nos encontramos, seguimos viviendo mejor que ellos, y casi nadie se priva de nada. Seguimos con nuestras fiestas, nuestras tapas y nuestras cañas, nuestros toros y nuestras playas, diciendo que somos pobres y que nos ayuden, poniendo la mano como si fuéramos mendigos, y gastándonos irresponsablemente lo poco que nos queda o que nos dan. Sin intención de renunciar a nada, porque son «nuestros derechos».

Seguimos con nuestras disputas estúpidas, a causa de estupideces irrelevantes en los tiempos que corren, y aplaudiendo con las orejas a los que están por encima de nosotros y nos dan la razón en estas estupideces, sin darnos cuenta que esos mismos son los que nos siguen llevando por donde a ellos les interesa. Esos mismos son los que no aportan absolutamente nada positivo a la sociedad y se llevan cada mes lo que otros sí que han aportado, sin importarles ya si esas personas que sí que están aportando serán capaces de sostenerse ellos mismos antes de tener que sostenerlos a ellos. Seguimos barriendo cada uno para nuestra casa, barrio, pueblo, cuidad o comunidad autónoma sin importarnos la mierda que les pueda caer encima a los demás por causa de nuestras acciones, remando cada trozo del país en direcciones opuestas y manteniendo a todos los timoneles que hacen que el país no avance hacia ningún sitio.

Lo que he podido observar de los españoles que van al extranjero es que somos realmente odiosos. Si los que vinieran a España hicieran aquí lo mismo que hacemos nosotros fuera los sacaríamos a patadas. El español no se esfuerza absolutamente nada por adaptarse al sitio donde va. No se mezcla con la población autóctona a no ser que no pueda evitarlo. No aprende el idioma local. Si hay más españoles no quiere saber nada de los demás. Se ríe de todo aquel que no es capaz de comunicarse con él y lo trata como si fuera idiota, sin además darse cuenta de que también es él quien no es capaz de comunicarse con los otros.

El español se ha convertido en un ser mediocre. Lo que se nos ha enseñado desde que somos pequeños es que tenemos que ser mediocres. Al que destaca por arriba o por abajo se le machaca, desde que somos pequeños en las clases del colegio, el empollón o el tonto recibe las burlas de sus compañeros. Al único que se respeta es al mediocre. No se premia el esfuerzo, en lugar de eso se fomenta la envidia y se educa para no ser objeto de ella. Cuando crecemos seguimos igual, intentando no ser pobres pero tampoco esforzándonos para ser ricos. Los programas de la tele son mediocres y triunfan porque nosotros lo somos. No hace falta ni fomentar la ignorancia, nace sola de nuestra mediocridad. Nuestros políticos son mediocres porque nosotros elegimos a gente mediocre. Porque, nos guste o no nos guste, nos representan mejor de lo que nos gustaría. Parece que la única excepción a esta regla es el deporte, en el único sitio en el que es aplaudida la excelencia y se permite que el que destaque sea respetado, creando la falsa ilusión de que todos estamos con ellos y todos somos igual de excelentes porque ellos ganen.

Tristeza. Eso es lo que siento por la España que me ha tocado vivir y que casi seguro me tocará abandonar.


El banquero se ha tragado

el dinero del cliente

que, pecando de inocente,

en sus manos ha dejado;

y pide ser rescatado

con dinero ciudadano,

al que pueden meter mano

políticos sin recato

su partido y sindicato

y hasta su primo lejano.

Pero a ti no te consultan

si quieres pagar impuestos,

eso se da por supuesto;

a ver si no como juntan

el dinero que te ocultan.

En vez de robar la pasta

que en servicios no se gasta

apuntando con pistolas

prefieren decirte trolas,

invertir un duro y basta.

Hoy, con todo su descaro,

ha llegado tu cuñado,

ayer muy adinerado

y hoy en la cola del paro,

que compró un coche muy caro

y ahora no puede pagar.

Y lo tienes que ayudar.

La familia es lo primero.

Resulta que tu dinero

es ahorro familiar.

El abuelo, jubilado,

y tras tanto cotizar,

ve su pensión peligrar.

Tal vez lo más adecuado

para nombrar al sistema

de Seguridad social

sea estafa piramidal.

Y a la gente le da igual.

Resultaría gracioso

si no fuera tan real.